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el nombre de Dios, Jehovà

Jehová

Definición: El nombre personal del único Dios verdadero. Es el nombre que él mismo se ha dado. Jehová es el Creador y —con todo derecho— el Gobernante Soberano del universo. “Jehovᔠes la traducción del tetragrámaton hebreo, ????, que significa “Él causa que llegue a ser”. Esas cuatro letras hebreas se representan en muchos idiomas con las letras JHVH o YHWH.

¿Dónde se halla el nombre de Dios en las traducciones de la Biblia que se usan comúnmente hoy día?

La Versión Torres Amat: El nombre de Jehová se halla en Salmo 82:19 (83:18); Isaías 42:8; pero usa “ADONAI” en Éxodo 6:3; y sustituye el nombre de Dios por “Señor” en la mayoría de los casos.

Versión Moderna: En esta traducción se usa consecuentemente el nombre Jehová en las Escrituras Hebreas, comenzando en Génesis 2:4. También aparece en una nota al margen en Hebreos 1:10.

La Biblia al Día: El nombre de Jehová aparece en Éxodo 3:15, 6:3. Véanse también Génesis 22:14, Éxodo 17:15, Jueces 6:24 y Ezequiel 48:35. (Pero si esta traducción de la Biblia y otras traducciones usan el nombre “Jehovᔠen varios lugares, ¿por qué no son consecuentes y lo emplean en todos los lugares en que aparece el tetragrámaton en el texto hebreo?)

Traducción de Felipe Scío de San Miguel: En una nota sobre Éxodo 6:3 dice: “Jehovah [...] Este nombre Adonai no se debe tomar en su propia significación, que es Señor, sino como está en el hebreo ???? [...] Era tan grande la veneración que le profesaban, considerándole como el propio y esencial de Dios, y como la raíz y fundamento de los otros nombres del Señor, que solamente el Sumo Pontífice solía pronunciarlo públicamente cuando bendecía al pueblo en el templo [...] Después de la ruina del templo cesó enteramente de pronunciarse, y así se olvidó su primitiva y verdadera pronunciación; de donde se originó la variedad de opiniones, que hay en esta parte entre los Expositores”. En esta versión también se usa el nombre Jehovah en notas sobre otros textos. Véanse, por ejemplo, las notas sobre Génesis 17:1, Éxodo 34:5 e Isaías 42:8. (Es interesante notar que The Catholic Encyclopedia, 1913, tomo VIII, pág. 329, declara: “Jehovah, el nombre propio de Dios en el Antiguo Testamento; por consiguiente los judíos lo llamaban el nombre por excelencia, el gran nombre, el único nombre”.)

El libro del pueblo de Dios, la Biblia, por Levoratti-Trusso: Dice en la nota sobre Génesis 4:26 “‘El Señor’: siguiendo una costumbre judía, algunas versiones antiguas y modernas de la Biblia sustituyen con esta expresión el nombre del Dios de Israel, que en el texto hebreo aparece solamente con sus cuatros consonantes: YHWH. Hacia el siglo IV a. C., los Judíos dejaron de pronunciar ese nombre y lo sustituyeron por Adonai, “el Señor”. De allí que sea difícil saber cómo se lo pronunciaba realmente aunque varios indicios sugieren que la pronunciación correcta es Yahvé”. (Véase también la nota sobre Éxodo 3:13-15.)

Biblia de Jerusalén: El tetragrámaton se traduce Yahvéh, comenzando en Génesis 2:4, que es el primer lugar donde aparece.

Traducción del Nuevo Mundo: En esta traducción se usa el nombre Jehová tanto en las Escrituras Hebreas como en las Escrituras Griegas Cristianas, y aparece un total de 7.210 veces.

Traducción de Cantera-Iglesias: En Génesis 2:4, 5; 3:11, 14, y en otros lugares usa Yahveh seguido por “’Elohim”.

La Versión Valera: El nombre Jehová aparece por todas las Escrituras Hebreas. También en la nota al margen (versión de 1977) en Mateo 26:64.

The Emphatic Diaglott de Benjamin Wilson: El nombre Jehová (escrito: Jehovah) se halla en Mateo 21:9 y en otros 17 lugares en esta traducción en inglés de las Escrituras Griegas Cristianas.

El Nuevo Testamento, por Pablo Besson: El nombre Jehová aparece unas 120 veces (Yahvé, y variantes, 4 veces) en el Índice de las citas.

The Holy Scriptures According to the Masoretic Text—A New Translation (Las Santas Escrituras según el texto masorético—Una nueva traducción), versión en inglés por la Sociedad de Publicaciones Judías de América, Max Margolis editor en jefe: En Éxodo 6:3 aparece el tetragrámaton hebreo en el texto inglés.

La Nueva Biblia, Latinoamérica: Se puede hallar el nombre Yavé por todas las Escrituras Hebreas, y en una nota sobre Éxodo 3:15 se afirma que los judíos cambiaron la escritura Yavé por Yehovah.

Versión Popular: No utiliza el nombre de Dios, pero en una nota sobre Éxodo 6:2 dice: “EL SEÑOR. Siguiendo las tradiciones judía y cristiana antiguas, se ha traducido por Señor el nombre divino representado por las cuatro consonantes hebreas YHWH”.

¿A qué se debe que muchas traducciones de la Biblia no usen el nombre personal de Dios, o lo usen sólo unas cuantas veces?

El prefacio de la Revised Standard Version (Versión Normal Revisada, en inglés) explica: “Por dos razones el Comité ha vuelto al uso más familiar empleado por la Versión del Rey Jaime: 1) la palabra ‘Jehovah’ no representa con exactitud ninguna forma del Nombre que se haya usado en hebreo; y 2) el uso de cualquier nombre propio para el Dios que es uno y único, como si hubiera otros dioses de los cuales él tuviera que ser distinguido, fue descontinuado en el judaísmo antes de la era cristiana y es enteramente inapropiado para la fe universal de la Iglesia Cristiana”. (Así, han confiado en su propio punto de vista en cuanto a lo que es apropiado como la base para remover de la Santa Biblia el nombre personal del Autor Divino de ella, cuyo nombre aparece en el hebreo original más a menudo que cualquier otro nombre o cualquier título. Reconocen que siguen el ejemplo de los partidarios del judaísmo, de quienes Jesús dijo: “Han invalidado ustedes la palabra de Dios a causa de su tradición”. [Mat. 15:6.])

Los traductores que se han sentido obligados a incluir el nombre personal de Dios por lo menos una vez, o quizás varias veces, en el texto principal, aunque no lo hagan todas las veces que el nombre aparece en hebreo, evidentemente han seguido el ejemplo de William Tyndale, quien incluyó el nombre divino en su traducción del Pentateuco, publicada en 1530, rompiendo así con la práctica de excluir completamente el nombre de Dios.

¿Utilizaron el nombre Jehová los escritores inspirados de las Escrituras Griegas Cristianas?

Jerónimo, del cuarto siglo, escribió: “Mateo, quien también es Leví, y quien de publicano llegó a ser apóstol, compuso primero un Evangelio de Cristo en Judea en el lenguaje y caracteres hebreos para beneficio de los circuncisos que habían creído” (De viris inlustribus, cap. III). Este Evangelio contiene 11 citas directas de porciones de las Escrituras Hebreas en las que se halla el tetragrámaton. No hay razón para creer que Mateo no citara los pasajes tal como estaban escritos en el texto hebreo del cual citó.

Otros escritores inspirados que contribuyeron al contenido de las Escrituras Griegas Cristianas citaron centenares de pasajes de la Septuaginta, una traducción al griego de las Escrituras Hebreas. Muchos de estos pasajes contenían el tetragrámaton hebreo en el mismísimo texto griego de las copias primitivas de la Septuaginta o Versión de los Setenta. En conformidad con la propia actitud de Jesucristo con relación al nombre de su Padre, los discípulos de Jesús retendrían ese nombre en esas citas. (Compárese con Juan 17:6, 26.)

En Journal of Biblical Literature, George Howard, de la Universidad de Georgia (E.U.A.), escribió: “Es realidad conocida que los judíos de habla griega continuaron escribiendo ???? en sus Escrituras en griego. Además, parece muy poco probable que los primeros cristianos de entre los judíos de habla griega, que serían conservadores, siguieran una práctica diferente. Aunque en referencias secundarias a Dios ellos probablemente usaron los vocablos [Dios] y [Señor], hubiera sido extremadamente raro el que hubieran removido del texto bíblico mismo el tetragrámaton. [...] Puesto que el tetragrámaton todavía se escribía en las copias de la Biblia griega que componía las Escrituras de la iglesia primitiva, es razonable creer que los escritores del N[uevo] T[estamento], al citar de la Escritura, conservaron el tetragrámaton en el texto bíblico. [...] Pero cuando fue removido del A[ntiguo] T[estamento] griego, fue removido también de las citas del A[ntiguo] T[estamento] en el N[uevo] T[estamento]. Así, pues, para algún tiempo al principio del siglo segundo el uso de reemplazos [sustitutivos para el nombre de Dios] tiene que haber desplazado al tetragrámaton en ambos testamentos” (vol. 96, núm. 1, marzo de 1977, págs. 76, 77).

¿Cuál es la forma correcta del nombre divino... Jehová (Jehovah), o Yavé (también escrito Yahvé, Yahvéh y Yahweh)?

Ningún humano hoy día puede estar seguro de cómo se pronunciaba originalmente en hebreo. ¿Por qué no? El hebreo de la Biblia se escribía originalmente sólo con consonantes, sin vocales. Cuando el idioma se usaba todos los días, los lectores fácilmente suplían las vocales correspondientes. Sin embargo, con el tiempo los judíos cultivaron la idea supersticiosa de que era incorrecto pronunciar en voz alta el nombre personal de Dios, y por eso usaron expresiones sustitutivas. Siglos más tarde, eruditos judíos desarrollaron un sistema de puntuación por medio del cual indicaban las vocales que se debían usar cuando se leía el hebreo antiguo, pero pusieron las vocales correspondientes a las expresiones sustitutivas alrededor de las cuatro consonantes que representaban el nombre divino. De modo que la pronunciación original del nombre divino se perdió.

Muchos escriturarios favorecen la grafía “Yahweh”, pero hay incertidumbre, y no existe acuerdo entre ellos. Por otro lado, “Jehovᔠes la forma del nombre que más rápidamente se reconoce, porque se ha usado en español por siglos, y cuando se escribe con “h” final, al igual que otras formas, conserva las cuatro consonantes del tetragrámaton hebreo.

En The Emphasised Bible (La Biblia con énfasis), J. B. Rotherham usó la forma Yahweh por todas las Escrituras Hebreas. Sin embargo, posteriormente usó la forma “Jehovah” en sus Studies in the Psalms (Estudios sobre los Salmos). Explicó: “JEHOVAH... El empleo de esta forma inglesa del nombre Conmemorativo [...] en la actual versión del Salterio no brota de duda alguna en cuanto a la pronunciación más correcta, que es Yahwéh; más bien, únicamente de evidencia práctica, seleccionada personalmente, de lo deseable que es mantener la comunicación con el oído y el ojo públicos en un asunto de esta clase, en que lo principal es la intención de que se reconozca fácilmente el nombre Divino” (Londres, 1911, pág. 29).

Después de considerar varias pronunciaciones del nombre, el profesor alemán Gustav Friedrich Oehler llegó a esta conclusión: “Desde este punto en adelante uso la palabra Jehovah, porque la realidad es que este nombre en la actualidad ha llegado a estar más naturalizado en nuestro vocabulario, y no puede ser reemplazado” (Theologie des Alten Testaments, segunda edición, Stuttgart, 1882, pág. 143).

El erudito jesuita Paul Joüon declara: “En nuestras traducciones, en lugar de la forma (hipotética) Yahweh, hemos usado la forma Jéhovah [...] que es la forma literaria convencional que se usa en francés” (Grammaire de l’hébreu biblique, Roma, 1923, nota al pie de la pág. 49).

Muchos nombres cambian hasta cierto grado en la traducción de un idioma a otro. Jesús nació judío, y su nombre en hebreo quizás se pronunciaba Ye·shu´a', pero los escritores inspirados de las Escrituras Cristianas no titubearon en usar la forma griega del nombre, I·e·sous´. En la mayoría de los otros idiomas, la pronunciación es levemente diferente, pero usamos libremente la forma que es común en nuestra lengua. Lo mismo aplica en el caso de otros nombres bíblicos. Entonces, ¿cómo podemos mostrar el debido respeto por Aquel a quien pertenece el más importante de todos los nombres? ¿Sería mediante nunca pronunciar ni escribir Su nombre porque no sabemos exactamente cómo se pronunciaba originalmente? Más bien, ¿no sería mediante usar la pronunciación y la forma de escribirlo que sean más comunes en nuestro idioma, a la vez que hablamos bien del Poseedor de ese nombre y, como adoradores de Él, nos comportamos de una manera que lo honre?

¿Por qué es importante conocer el nombre de Dios y usarlo?

¿Tiene usted una relación íntima con alguien cuyo nombre personal desconozca? Para las personas que creen que Dios no tiene nombre, a menudo él es simplemente una fuerza impersonal, no una persona real, no alguien a quien ellas conozcan y amen y a quien puedan hablar desde el corazón en oración. Si oran, sus oraciones son sencillamente una ceremonia, una repetición formalista de expresiones aprendidas de memoria.

Los cristianos verdaderos han recibido de parte de Jesús la comisión de hacer discípulos de gente de todas las naciones. Cuando se enseña a estas personas, ¿cómo podrían ellas identificar al Dios verdadero como diferente de los dioses falsos de las naciones? Solamente mediante Su nombre personal, como lo hace la Biblia misma. (Mat. 28:19, 20; 1 Cor. 8:5, 6.)

Éxo. 3:15: “Dios le dijo [...] a Moisés: ‘Esto es lo que habrás de decir a los hijos de Israel: “Jehová el Dios de sus antepasados [...] me ha enviado a ustedes.” Este es mi nombre hasta tiempo indefinido, y éste es el memorial de mí a generación tras generación.’”

Isa. 12:4: “¡Den gracias a Jehová! Invoquen su nombre. Den a conocer entre los pueblos sus tratos. Hagan mención de que su nombre está puesto en alto.”

Eze. 38:17, 23: “Esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová: ‘[...] Y ciertamente me engrandeceré y me santificaré y me daré a conocer delante de los ojos de muchas naciones; y tendrán que saber que yo soy Jehová.’”

Mal. 3:16: “Los que estaban en temor de Jehová hablaron unos con otros, cada uno con su compañero, y Jehová siguió prestando atención y escuchando. Y un libro de recuerdo empezó a ser escrito delante de él para los que estaban en temor de Jehová y para los que pensaban en su nombre.”

Juan 17:26: “[Jesús dijo en oración a su Padre:] Yo les [es decir, a sus seguidores] he dado a conocer tu nombre y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté en ellos y yo en unión con ellos.”

Hech. 15:14: “Simeón ha contado cabalmente cómo Dios por primera vez dirigió su atención a las naciones para tomar de entre ellas un pueblo para su nombre.”

¿Es el Jehová del “Antiguo Testamento” el Jesucristo del “Nuevo Testamento”?

Mat. 4:10: “Jesús le dijo: ‘¡Vete, Satanás! Porque está escrito: “Es a Jehová [“al Señor”, VV y otras] tu Dios que tienes que adorar, y es a él solo que tienes que rendir servicio sagrado.”’” (Es obvio que Jesús no estaba diciendo que era a él mismo a quien se debía adorar.)

Juan 8:54: “Jesús contestó [a los judíos] ‘Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria no es nada. Es mi Padre quien me glorifica, el que ustedes dicen que es su Dios.’” (Las Escrituras Hebreas identifican claramente a Jehová como el Dios a quien los judíos afirmaban adorar. Jesús no dijo que él fuera Jehová, sino que Jehová era su Padre. Aquí Jesús hizo muy claro que él y su Padre eran distintos.)

Sal. 110:1: “La expresión de Jehová a mi Señor [el Señor de David] es: ‘Siéntate a mi diestra hasta que coloque a tus enemigos como banquillo para tus pies.’” (En Mateo 22:41-45, Jesús explicó que él mismo era el “Señor” de David, a quien se hace referencia en el Salmo. De modo que Jesús no es Jehová, sino que es aquel a quien Jehová dirigió esas palabras.)

Fili. 2:9-11: “Por esta misma razón también Dios lo ensalzó [a Jesucristo] a un puesto superior y bondadosamente le dio el nombre que está por encima de todo otro nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo y de los que están sobre la tierra y de los que están debajo de la tierra, y reconozca abiertamente toda lengua que Jesucristo es Señor para la gloria de Dios el Padre. [TA dice: “[...] toda lengua confiese, que el Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre”. Kx y Scío dicen de manera similar, pero la nota al pie de la página en Kx reconoce lo siguiente: “[...] tal vez se vierta más naturalmente el griego si se dice ‘para gloria,’” y NBE y NC lo vierten de esa manera.] (Nótese que aquí se muestra que Jesucristo es diferente de Dios el Padre y está en sujeción a Él.)

¿Cómo puede alguien amar a Jehová si también tiene que temerle?

La Biblia nos dice que debemos amar a Jehová (Luc. 10:27) y temerle (1 Ped. 2:17; Pro. 1:7; 2:1-5; 16:6). Un temor saludable a Dios hará que seamos sumamente cuidadosos para no incurrir en su disfavor. Nuestro amor por él nos moverá a querer hacer las cosas que le agradan, a expresar nuestro agradecimiento por las incontables expresiones de su amor y de su bondad inmerecida para con nosotros.

Ilustraciones: Es correcto que un hijo tema desagradar a su padre, pero la gratitud por todo lo que su padre hace por él también debe mover al hijo a expresar amor verdadero a su padre. Un buzo puede decir que ama el mar, pero un temor sano al mar le ayuda a comprender que hay ciertas cosas que debe evitar. De manera semejante, nuestro amor a Dios debe ir aunado a un temor sano de hacer cualquier cosa que hubiera de acarrearnos el desagrado de Dios.

El nombre de Dios... su significado y pronunciación

UNO de los escritores de la Biblia preguntó: “¿Quién ha recogido el viento en el hueco de ambas manos? ¿Quién ha envuelto las aguas en un manto? ¿Quién ha hecho que todos los cabos de la tierra se levanten? ¿Cuál es su nombre y cuál el nombre de su hijo, si acaso lo sabes?” (Proverbios 30:4). ¿Cómo podemos nosotros descubrir cuál es el nombre de Dios? Ésa es una pregunta importante. La creación es prueba sólida de que Dios tiene que existir, pero no nos dice su nombre (Romanos 1:20). De hecho, nunca pudiéramos conocer el nombre de Dios a menos que el Creador mismo nos lo dijera. Y él ha hecho eso en su propio Libro, la Santa Biblia.

En una ocasión célebre, Dios pronunció su propio nombre y lo repitió al alcance del oído de Moisés. Moisés escribió un relato de aquel acontecimiento, y éste se ha conservado en la Biblia hasta nuestros días (Éxodo 34:5). Dios hasta escribió su nombre con su propio “dedo”. Cuando había dado a Moisés lo que hoy llamamos los Diez Mandamientos, Dios los puso por escrito mediante un milagro. El registro dice: “Ahora bien, tan pronto como [Dios] hubo acabado de hablar con él en el monte Sinaí, procedió a darle a Moisés dos tablas del Testimonio, tablas de piedra en las que estaba escrito por el dedo de Dios” (Éxodo 31:18). El nombre de Dios aparece ocho veces en los Diez Mandamientos originales (Éxodo 20:1-17). Así, Dios mismo ha revelado su nombre a la humanidad, tanto verbalmente como por escrito. Por eso, ¿cuál es ese nombre?

En hebreo se escribe ????. Estas cuatro letras, llamadas el Tetragrámaton, se leen de derecha a izquierda en hebreo, y pueden representarse en muchos idiomas modernos como YHWH, YHVH o JHVH. El nombre de Dios, representado por estas cuatro consonantes, aparece casi 7.000 veces en el “Antiguo Testamento” original, o las Escrituras Hebreas.

Ese nombre es una forma de un verbo hebreo, hawáh (???), que significa “llegar a ser”, y de hecho da el sentido de “Él Causa que Llegue a Ser”. Así, pues, el nombre de Dios lo identifica como Aquel que cumple progresivamente sus promesas y realiza infaliblemente sus propósitos. Solo el Dios verdadero podría llevar un nombre tan significativo.

¿Recuerda usted las diferentes maneras como apareció el nombre de Dios en Salmo 83:18, como indicamos en la sección previa (página 5)? Una de aquellas traducciones tenía un simple título (“el Señor”) como sustitutivo para el nombre de Dios. Pero en dos de ellas, que tenían Yahvéh y Yahweh, usted puede ver las cuatro letras del nombre de Dios; lo mismo sucede con la forma Jehová cuando, a veces, se escribe Jehovah. Sin embargo, hay diferencia en la pronunciación de estas diversas formas del nombre. ¿Por qué?

¿Cómo se pronuncia el nombre de Dios?

La verdad es que nadie sabe con certeza cómo se pronunciaba originalmente el nombre de Dios. ¿Por qué no? Pues bien, el primer lenguaje que se usó al escribir la Biblia fue el hebreo, y cuando el idioma hebreo se ponía por escrito los escritores solo escribían consonantes, no vocales. Por eso, cuando los escritores inspirados escribieron el nombre de Dios, naturalmente hicieron lo mismo y solo pusieron por escrito las consonantes.

Mientras el hebreo antiguo fue un idioma de uso cotidiano esto no presentó problema alguno. Los israelitas estaban familiarizados con la pronunciación del Nombre, y cuando lo veían escrito suplían las vocales sin pensarlo (tal como, para un lector de habla española, la abreviatura “afmo.” representa “afectísimo” y “km” representa “kilómetro”).

Esta situación cambió debido a dos sucesos. Primero, entre los judíos surgió la idea supersticiosa de que era malo pronunciar el nombre divino en voz alta; por eso, cuando llegaban a él en su lectura de la Biblia pronunciaban la palabra hebrea ’Adhonaí (“Señor Soberano”). Además, con el transcurso del tiempo el mismísimo idioma hebreo antiguo cesó de usarse en la conversación diaria, y así llegó el tiempo en que la pronunciación original hebrea del nombre de Dios pasó al olvido.

Para impedir que se perdiera la pronunciación del lenguaje hebreo en general, eruditos judíos de la mitad posterior del primer milenio E.C. inventaron un sistema de puntos para representar las vocales que faltaban, y colocaron los puntos alrededor de las consonantes en la Biblia hebrea. Así, ambas cosas, vocales y consonantes, se escribieron, y se conservó la pronunciación como se efectuaba en aquel tiempo.

En lo referente al nombre de Dios, en vez de colocar los signos vocálicos apropiados alrededor de él, en la mayoría de los casos pusieron otros signos vocálicos para recordar al lector que debería decir ’Adhonaí. De esto vino la grafía Iehouah, y, con el tiempo, la pronunciación aceptada del nombre divino en español llegó a ser Jehová. Cuando esta forma de pronunciar el nombre se escribe con “h” final, Jehovah, exhibe los elementos esenciales del nombre de Dios tomados del hebreo original.

¿Cuál pronunciación usará usted?

Sin embargo, ¿de dónde vinieron pronunciaciones como Yahweh y Yahvéh? Éstas son formas sugeridas por eruditos modernos que han tratado de deducir la pronunciación original del nombre de Dios. Algunos —pero no todos— creen que los israelitas de antes del tiempo de Jesús probablemente daban al nombre de Dios la pronunciación Yahweh o Yahvéh. Pero nadie puede estar seguro de eso. Pudiera ser que lo pronunciaran así, y pudiera ser que no.

Con todo, muchas personas prefieren la pronunciación Jehová, escrita a veces también Jehovah. ¿Por qué? Porque tiene un uso generalizado y un aspecto familiar que Yahweh o Yahvéh no tienen. Sin embargo, ¿no sería mejor usar la forma que pudiera estar más cerca de la pronunciación original? Realmente no, porque eso no es lo que se acostumbra hacer con los nombres bíblicos.

Para considerar el ejemplo más prominente, piense en el nombre de Jesús. ¿Sabe usted cómo llamaban a Jesús en la conversación cotidiana su familia y los amigos de él mientras Jesús crecía en Nazaret? La verdad es que ningún ser humano sabe eso con seguridad, aunque puede haber sido algo como Yeshua (o quizá Yehoshua). Ciertamente no era Jesús.

Sin embargo, cuando los relatos de la vida de Jesús fueron escritos en griego, los escritores inspirados no trataron de conservar aquella pronunciación hebrea original. Más bien, vertieron el nombre en griego: Iesóus. Hoy se vierte de diferentes maneras según el lenguaje del lector de la Biblia. Los que leen la Biblia en inglés encuentran Jesus (pronunciación aproximada: Yisos). Los italianos lo escriben Gesù (pronunciación aproximada: Yesú). Y los alemanes lo escriben Jesus (pronunciación aproximada: Yesus).

¿Tenemos que dejar de usar el nombre de Jesús porque la mayoría de nosotros —o hasta todos nosotros— realmente ignoramos cómo se pronunciaba originalmente? Hasta ahora, ningún traductor ha sugerido que se haga eso. Nos agrada usar el nombre, porque éste identifica al Hijo amado de Dios, Jesucristo, quien dio su sangre vital por nosotros. ¿Sería honrar a Jesús el quitar de la Biblia toda mención de su nombre y reemplazarla con un simple título como “Maestro” o “Mediador”? ¡Por supuesto que no! Podemos vernos en relación con Jesús cuando usamos su nombre de la manera como comúnmente se pronuncia en nuestro idioma.

Se pudiera comentar de modo similar en cuanto a todos los nombres que leemos en la Biblia. Los pronunciamos en nuestro propio idioma y no tratamos de imitar la pronunciación original. Así, decimos “Jeremías”, no Yirmeyahu. También decimos Isaías, aunque en su propio día a este profeta probablemente lo conocían como Yesha-yahu. Hasta eruditos que están al tanto de la pronunciación original de estos nombres utilizan la pronunciación moderna, no la antigua, cuando hacen referencia a ellos.

Y lo mismo es verdad respecto al nombre Jehová. Aunque la pronunciación moderna Jehová quizá no sea exactamente la manera como se pronunciaba originalmente el nombre, esto de ninguna manera detrae de la importancia del nombre. Identifica al Creador, el Dios vivo, el Altísimo a quien Jesús dijo: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”. (Mateo 6:9.)

“No puede ser reemplazado”

Aunque muchos traductores favorecen la pronunciación Yahweh o Yahvéh, la Traducción del Nuevo Mundo y varias otras traducciones continúan utilizando la forma Jehová porque la gente ha estado familiarizada con esa forma por siglos. Además, en algunas ediciones de esta traducción, que usan la forma Jehovah, se conservan, al igual que en otras formas, las cuatro letras del Tetragrámaton, YHWH, YHVH o JHVH.

En época anterior, el profesor alemán Gustav Friedrich Oehler tomó una decisión similar por más o menos la misma razón. Él consideró varias pronunciaciones y llegó a esta conclusión: “Desde este punto en adelante uso la palabra Jehovah, porque la realidad es que este nombre en la actualidad ha llegado a estar más naturalizado en nuestro vocabulario, y no puede ser reemplazado”. (Theologie des Alten Testaments [Teología del Antiguo Testamento], segunda edición, publicada en 1882, página 143.)

De modo semejante, en su Grammaire de l’hébreu biblique (Gramática del hebreo bíblico), edición de 1923, en una nota al pie de la página 49, el erudito jesuita Paul Joüon declara: “En nuestras traducciones, en lugar de la forma (hipotética) Yahweh, hemos usado la forma Jéhovah [...] que es la forma literaria convencional que se usa en francés”. En muchos otros idiomas los traductores de la Biblia usan una forma similar, como lo indica el recuadro en la página 8.

Entonces, ¿es incorrecto utilizar una forma como Yahweh o Yahvéh? De ninguna manera. Es solo que la forma Jehová, o Jehovah, probablemente evoque una respuesta más rápida del lector porque es la forma que se ha “naturalizado” en la mayoría de los idiomas. Lo importante es que usemos el nombre y lo declaremos a otras personas. “¡Den gracias a Jehová! Invoquen su nombre. Den a conocer entre los pueblos sus tratos. Hagan mención de que su nombre está puesto en alto.” (Isaías 12:4.)

Veamos cómo han obrado en armonía con este mandato los siervos de Dios a través de los siglos.

[Notas a pie de página]

Véase Apéndice 1A en la edición de 1984 de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras en inglés.

Véase Apéndice 1A en la edición de 1984 de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras en inglés.

[Recuadro en la página 7]

Diferentes eruditos tienen ideas que varían en cuanto a cómo se pronunciaba originalmente el nombre YHWH.

En The Mysterious Name of Y.H.W.H. (El misterioso nombre de Y.H.W.H.), página 74, el Dr. M. Reisel dijo que “originalmente la lectura del Tetragrámaton con sus vocales debe haber sido YeHuàH o YaHuàH”.

El canónigo D. D. Williams, de Cambridge, sostuvo que la “evidencia indica, o mejor, casi prueba, que la pronunciación verdadera del Tetragrámaton no era Jahwéh [...] El Nombre mismo probablemente era JAHÔH”. (Zeitschrift für die alttestamentliche Wissenschaft [Periódico para conocimiento del Antiguo Testamento], 1936, volumen 54, página 269.)

En el glosario de la Versión de Segond Revisada, en francés, página 9, se da el siguiente comentario: “La pronunciación Yahvé que se usa en algunas traducciones recientes se basa en unos cuantos testigos antiguos, pero éstos no constituyen prueba concluyente. Si se toman en cuenta los nombres personales que incluyen en sí el nombre divino, tales como el nombre hebreo del profeta Elías (Eliyahou), la pronunciación bien pudiera ser Yaho o Yahou”.

En 1749 el escriturario alemán Teller se expresó en cuanto a diferentes pronunciaciones del nombre de Dios que él había leído: “Diodoro de Sicilia, Macrobio, Clemente de Alejandría, San Jerónimo y Orígenes escribieron Jao; los samaritanos, Epifanio, Teodoreto, Jabe, o Jave; Luis Cappel presenta la lectura Javoh; Driesche, Jahve; Hottinger, Jehva; Mercier, Jehovah; Castalión, Jovah; y Leclerc, Jawoh, o Javoh”.

De esto se desprende claramente que ya no se conoce la pronunciación original del nombre de Dios. Y eso en realidad no es importante. Si lo fuera, entonces Dios mismo se habría asegurado de que tal pronunciación se hubiera conservado para que la usáramos. Lo importante es usar el nombre de Dios según su pronunciación convencional en nuestro propio idioma.

[Recuadro en la página 8]

Formas del nombre divino en diferentes idiomas, como muestra de que internacionalmente se acepta la forma Jehová (Jehovah)

alemán - Jehova

awabakal - Yehóa

bugotu - Jihova

cantonés - Yehwowah

danés - Jehova

efik - Jehovah

español - Jehová

fijiano - Jiova

finlandés - Jehova

francés - Jéhovah

futunés - Ihova

holandés - Jehovah

húngaro - Jehova

igbo - Jehova

inglés - Jehovah

italiano - Geova

japonés - Ehoba

maorí - Ihowa

motu - Iehova

mwala-malu - Jihova

narrinyeri - Jehovah

nembe - Jihova

petats - Jihouva

polaco - Jehowa

portugués - Jeová

rumano - Iehova

samoano - Ieova

sotho - Jehova

sueco - Jehova

swahíli - Yehova

tagalo - Jehova

tahitiano - Iehova

tongano - Jihova

vendal - Yehova

xhosa - uYehova

yoruba - Jehofah

zulú - uJehova

[Recuadro en la página 11]

“Jehová”, o “Jehovah”, ha llegado a ser extensamente conocido como el nombre de Dios hasta en contextos no bíblicos.

Franz Schubert compuso la música para el poema lírico titulado “La Omnipotencia”, escrito por Johann Ladislav Pyrker, en el cual el nombre Jehová aparece dos veces. También se utiliza al fin de la última escena de la ópera “Nabucco”, de Verdi.

Además, el oratorio “El rey David”, del compositor francés Arthur Honegger, da prominencia al nombre Jehová, y el renombrado autor francés Victor Hugo lo usó en más de 30 obras suyas. Tanto él como Lamartine escribieron poemas que llevaron el título “Jehová”.

En el libro Deutsche Taler (El tálero alemán), publicado en 1967 por el Banco Federal de Alemania, hay una ilustración de una moneda de las más antiguas con el nombre “Jehovah”, un Reichstaler de 1634 del ducado de Silesia. Respecto a lo representado en el reverso de la moneda, dice: “Bajo el radiante nombre JEHOVAH, levantándose de en medio de nubes, hay un escudo coronado que lleva el blasón silesiano”.

En un museo de Rudolstadt, Alemania Oriental, puede verse sobre el cuello de la armadura que usaba Gustavo Adolfo II, un rey sueco del siglo XVII, el nombre JEHOVAH en letras mayúsculas.

Así, por siglos la forma Jehová (Jehovah) ha sido la forma de pronunciar el nombre de Dios que cuenta con reconocimiento internacional, y la gente que oye esta forma del nombre reconoce instantáneamente de quién se habla. Como dijo el profesor Oehler: “Este nombre ahora ha llegado a estar más naturalizado en nuestro vocabulario, y no puede ser reemplazado”. (Theologie des Alten Testaments [Teología del Antiguo Testamento].)

[Fotografía en la página 6]

Detalle de un ángel con el nombre de Dios, hallado en la tumba del papa Clemente XIII en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano

[Fotografía en la página 7]

Se han acuñado muchas monedas con el nombre de Dios. Ésta, con fecha de 1661, es de Nuremberg, Alemania. El texto, en latín, dice: “Bajo la sombra de tus alas”

[Fotografías en la página 9]

En el pasado, el nombre de Dios en la forma del Tetragrámaton fue hecho parte de la decoración de muchos edificios religiosos

Basílica católica en Fourvière, Lyon, Francia

Catedral de Bourges, Francia

Iglesia en La Celle Dunoise, Francia

Iglesia en Digne, en el sur de Francia

Iglesia en São Paulo, Brasil

Catedral de Estrasburgo, Francia

Catedral de San Marcos, Venecia, Italia

El nombre de Jehová como aparece en un monasterio de Bordesholm, Alemania;

en una moneda alemana con fecha de 1635;

sobre la puerta de una iglesia en Fehmarn, Alemania;

y en una lápida de 1845 en Harmannschlag, Baja Austria

Santificado sea tu nombre”... ¿qué nombre?

¿ES USTED persona religiosa? Entonces no hay duda de que usted, como muchas otras personas, cree en un Ser Supremo. Y probablemente respete mucho la bien conocida oración a ese Ser que Jesús enseñó a sus seguidores, y que se conoce como la Oración del Señor, o el Padrenuestro. Esa oración empieza así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre”. (Mateo 6:9, Versión Popular.)

¿Se ha preguntado usted alguna vez por qué Jesús puso en primer lugar en esta oración la santificación del nombre de Dios? Después, él mencionó otras cosas, tales como la venida del Reino de Dios, el que la voluntad de Dios se hiciera en la Tierra y el que se nos perdonaran los pecados. El cumplimiento de estas otras peticiones significará al fin paz duradera en la Tierra y vida eterna para la humanidad. ¿Puede usted pensar en algo que sea más importante que eso? No obstante, Jesús nos dijo que, ante todo, oráramos por la santificación del nombre de Dios.

No fue simplemente por casualidad que Jesús enseñó a sus seguidores a poner en primer lugar en sus oraciones el nombre de Dios. Claramente ese nombre era de gran importancia para él, pues lo mencionó vez tras vez en sus propias oraciones. En cierta ocasión, cuando oraba públicamente a Dios, se le oyó decir: “Padre, glorifica tu Nombre”. Y Dios mismo contestó: “Le he glorificado y de nuevo le glorificaré”. (Juan 12:28, Biblia de Jerusalén.)

La noche antes de su muerte, Jesús estuvo orando a Dios al alcance del oído de sus discípulos, y una vez más éstos le oyeron dar énfasis a la importancia del nombre de Dios. Dijo él: “He manifestado tu Nombre a los que me has dado sacándolos del mundo”. Más tarde, repitió: “Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer”. (Juan 17:6, 26, BJ.)

¿Por qué tenía tanta importancia para Jesús el nombre de Dios? ¿Por qué mostró él que es importante para nosotros, también, al decirnos que oráramos por su santificación? Para entender esto, tenemos que darnos cuenta del punto de vista que se tenía de los nombres en los tiempos bíblicos.

Los nombres en tiempos bíblicos

Es obvio que Jehová Dios puso en el hombre el deseo de dar nombre a las cosas. El primer humano tuvo nombre: Adán. En la historia de la creación, una de las primeras cosas de que se da informe que Adán hizo fue poner nombre a los animales. Cuando Dios le dio esposa a Adán, inmediatamente Adán la llamó “Mujer” (’Ishshah, en hebreo). Después, le dio el nombre de Eva, que significa “Viviente”, porque “ella tenía que llegar a ser la madre de todo el que viviera” (Génesis 2:19, 23; 3:20). Aun hoy día seguimos la costumbre de dar nombre a las personas. En verdad es difícil imaginarnos cómo pudiéramos pasarlo sin nombres.

Sin embargo, en los tiempos de los israelitas los nombres no eran simplemente rótulos. Significaban algo. Por ejemplo, el nombre de Isaac, “Risa”, recordaba la risa que hubo entre sus padres de edad avanzada cuando originalmente oyeron que habrían de tener un hijo (Génesis 17:17, 19; 18:12). El nombre de Esaú significaba “Velludo”, y describía una característica física. Su otro nombre, Edom, “Rojo” o “Rubicundo”, recordaba que él había vendido su primogenitura por un plato de guisado rojo (Génesis 25:25, 30-34; 27:11; 36:1). Jacob, aunque sólo era poco menor que su hermano gemelo, Esaú, compró de Esaú la primogenitura y recibió de su padre la bendición del primogénito. Desde el nacimiento, el significado del nombre de Jacob fue “Asir el Talón” o “Suplantador” (Génesis 27:36). De modo semejante, el nombre de Salomón, durante cuyo reinado Israel disfrutó de paz y prosperidad, significaba “Pacífico”. (1 Crónicas 22:9.)

Así, el Diccionario ilustrado de la Biblia (página 455) declara lo siguiente: “Entre los hebreos, el n[ombre] estaba estrechamente ligado con la existencia. Lo que no tenía n[ombre] no existía. [...] El n[ombre] de un hombre era la expresión de su personalidad”.

El hecho de que para Dios los nombres son importantes se ve en que, mediante un ángel, él instruyó a los que llegarían a ser los padres de Juan el Bautista y Jesús respecto a qué nombre dar a sus hijos (Lucas 1:13, 31). Y hubo ocasiones en que cambió el nombre de ciertas personas, o les dio nombres adicionales, para mostrar el lugar que ocuparían en Su propósito. Por ejemplo, cuando Dios predijo que su siervo Abrán (“Padre de Ensalzamiento”) llegaría a ser padre de muchas naciones, cambió el nombre de Abrán a Abrahán (“Padre de una Multitud”). Y cambió el nombre de la esposa de Abrahán, Sarai (“Contenciosa”), a Sara (“Princesa”), puesto que ella sería madre de la descendencia de Abrahán. (Génesis 17:5, 15, 16; compárese con Génesis 32:28; 2 Samuel 12:24, 25.)

También Jesús reconoció la importancia de los nombres, y se refirió al nombre de Pedro al darle un privilegio de servicio (Mateo 16:16-19). Hasta las criaturas de la región espiritual tienen nombres. Dos a quienes se menciona en la Biblia son Gabriel y Miguel (Lucas 1:26; Judas 9). Y cuando el hombre pone nombre a cosas inanimadas tales como estrellas, planetas, pueblos, montañas y ríos, simplemente está imitando a su Creador. Por ejemplo, la Biblia nos dice que Dios llama por nombre a todas las estrellas. (Isaías 40:26.)

Sí; los nombres son importantes para Dios, y él puso en el hombre el deseo de identificar a las personas y las cosas mediante nombres. Por eso, ángeles, personas, animales, así como astros y otras cosas inanimadas, tienen nombre. ¿Hubiera sido consecuente el que el Creador de todas estas cosas se dejara a sí mismo sin nombre? Por supuesto que no, especialmente cuando se consideran estas palabras del salmista: “Bendiga toda carne el santo nombre de [Dios] hasta tiempo indefinido, aun para siempre”. (Salmo 145:21.)

The New International Dictionary of New Testament Theology (El nuevo diccionario internacional de teología del Nuevo Testamento), tomo 2, página 649, dice: “Uno de los rasgos más fundamentales y esenciales de la revelación bíblica es el hecho de que Dios no está sin nombre: tiene un nombre personal, por el cual se le puede, y debe, invocar”. Jesús ciertamente tenía presente ese nombre cuando enseñó a sus seguidores a orar: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”. (Mateo 6:9.)

De todo esto se destaca que obviamente es importante que conozcamos el nombre de Dios. ¿Conoce usted el nombre personal de Dios?

¿Cuál es el nombre de Dios?

Es cosa sorprendente el hecho de que para la mayoría de los centenares de millones de miembros de las iglesias de la cristiandad probablemente sería difícil el dar respuesta a esa pregunta. Algunos dirían que el nombre de Dios es Jesucristo. Sin embargo, Jesús estuvo orando a otra persona, y no a sí mismo, cuando dijo: “He puesto tu nombre de manifiesto a los hombres que me diste del mundo” (Juan 17:6). Estaba orando a Dios, que estaba en el cielo, como un hijo que habla a su padre (Juan 17:1). Era el nombre de su Padre celestial el que tenía que ser “santificado”.

Sin embargo, hay muchas Biblias modernas que no contienen el nombre, y rara vez se da uso a éste en las iglesias. Por eso, lejos de que sea “santificado”, ha sido un nombre perdido para millones de lectores de la Biblia. Para un ejemplo de cómo los traductores de la Biblia han tratado con el nombre de Dios, considere tan solo un versículo donde el nombre aparece: Salmo 83:18 (marcado 83:19 en algunas Biblias). He aquí como se vierte este texto bíblico en cuatro diferentes Biblias:

“Y reconozcan que te llamas Señor, que tú eres el Soberano de toda la tierra” (Nueva Biblia Española, de 1975);

“Y conozcan que tu nombre es JEHOVÁ; tú solo Altísimo sobre toda la tierra” (Versión Valera, impresión de 1934);

“Para que sepan que sólo tú tienes el nombre de Yahvéh, Altísimo sobre toda la tierra” (Biblia de Jerusalén, de 1967);

“Y conozcan que Tú, cuyo nombre es Yahweh, sólo Tú eres excelso sobre toda la tierra” (Bartina-Roquer, de 1971).

¿Por qué se ve tan diferente el nombre de Dios en estas versiones? ¿Es su nombre Señor, Jehová, Yahvéh o Yahweh, u otra forma similar? ¿O serán aceptables todas estas formas?

Para hallar la contestación a esto, tenemos que recordar que la Biblia no se escribió originalmente en español. Los escritores de la Biblia eran hebreos, y escribieron mayormente en los idiomas hebreo y griego de su día. La mayoría de nosotros no hablamos esos lenguajes antiguos. Pero la Biblia ha sido traducida a muchísimas lenguas modernas, y podemos usar estas traducciones cuando deseamos leer la Palabra de Dios.

Los cristianos respetan profundamente la Biblia y, como es correcto, creen que “toda Escritura es inspirada de Dios” (2 Timoteo 3:16). Por eso, el traducir la Biblia es una responsabilidad de peso. Si alguien cambia u omite deliberadamente parte del contenido de la Biblia, está cambiando o alterando la Palabra inspirada. A tal persona aplicaría la advertencia bíblica: “Si alguien hace una añadidura a estas cosas, Dios le añadirá a él las plagas que están escritas en este rollo; y si alguien quita algo de las palabras del rollo de esta profecía, Dios le quitará su porción de los árboles de la vida”. (Revelación 22:18, 19; vea también Deuteronomio 4:2.)

Indudablemente la mayoría de los traductores de la Biblia respetan la Biblia y sinceramente desean hacerla entendible en esta era moderna. Pero los traductores no trabajan bajo inspiración. Además, la mayoría de ellos tienen fuertes opiniones sobre asuntos religiosos y pueden hallarse bajo la influencia de ideas y preferencias personales. También pueden cometer fallas o errores de juicio humanos.

Por qué tenemos que conocer el nombre de Dios

“Todo el que invoque el nombre de Jehová será salvo” (Romanos 10:13). Con esas palabras el apóstol Pablo dio énfasis a lo vital que es para nosotros conocer el nombre de Dios. Su declaración nos devuelve a la pregunta que hicimos originalmente: ¿Por qué puso Jesús el ‘santificar’ el nombre de Dios en el mismísimo principio de su Oración Modelo, antes de muchos otros asuntos importantes? Para entender esto, tenemos que entender a mayor grado el significado de dos palabras claves.

Primero, ¿qué significa, realmente, la palabra ‘santificar’? Literalmente significa: “hacer santo”. Pero ¿no es santo ya el nombre de Dios? Por supuesto que sí. Cuando santificamos el nombre de Dios, no lo hacemos más santo de lo que es. Más bien, lo reconocemos como santo, lo ponemos aparte, lo tenemos en la más alta estima. Cuando oramos que el nombre de Dios sea santificado, esperamos con anhelo el tiempo en que toda la creación lo respete como santo.

En segundo lugar, ¿qué implica, en realidad, la palabra “nombre”? Hemos visto que Dios tiene un nombre, Jehová, y que su nombre aparece miles de veces en la Biblia. Hemos considerado, también, la importancia de restituir ese nombre a su lugar legítimo en el texto bíblico. Si el nombre no está allí, ¿cómo pueden cumplirse estas palabras del salmista: “Los que conocen tu nombre confiarán en ti, porque ciertamente no dejarás a los que te buscan, oh Jehová”? (Salmo 9:10.)

Pero ¿envuelve el ‘conocer el nombre de Dios’ simplemente un conocimiento intelectual de que el nombre de Dios en hebreo es YHWH, o, en español, Jehová? No; significa más que eso. Cuando Moisés estuvo en el monte Sinaí, “procedió Jehová a bajar en la nube y a estacionarse con [Moisés] allí y a declarar el nombre de Jehová”. ¿En qué consistió esta declaración del nombre de Jehová? En una descripción de sus cualidades: “Jehová, Jehová, un Dios misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa y verdad” (Éxodo 34:5, 6). Además, Moisés, poco antes de su muerte, dijo a los israelitas: “Yo declararé el nombre de Jehová”. ¿Qué vino después de esto? La mención de algunos de los magníficos atributos de Dios, y entonces un repaso de lo que Dios había efectuado con relación a Israel por consideración a Su nombre (Deuteronomio 32:3-43). Por eso, el conocer el nombre de Dios significa aprender lo que ese nombre representa, y adorar al Dios que posee ese nombre.

Puesto que Jehová ha conectado su nombre con sus cualidades, propósitos y hechos, podemos ver por qué la Biblia dice que el nombre de Dios es santo (Levítico 22:32). Es majestuoso, grande, inspirador de temor e inalcanzablemente alto (Salmo 8:1; 99:3; 148:13). Sí; el nombre de Dios es más que un simple rótulo. Lo representa como persona. No era sencillamente un nombre temporal que se hubiera de usar por un tiempo y entonces hubiera de ser reemplazado por un título tal como “Señor”. Jehová mismo dijo a Moisés: “‘Jehová [...]’ Éste es mi nombre hasta tiempo indefinido, y éste es el memorial de mí a generación tras generación”. (Éxodo 3:15.)

El hombre jamás eliminará de la Tierra el nombre de Dios, por más que se esfuerce por hacerlo. “‘Desde el nacimiento del sol aun hasta su puesta mi nombre será grande entre las naciones, y en todo lugar se hará humo de sacrificio, una presentación se hará a mi nombre, aun una dádiva limpia; porque mi nombre será grande entre las naciones,’ ha dicho Jehová de los ejércitos.” (Malaquías 1:11; Éxodo 9:16; Ezequiel 36:23.)

Como vemos, la santificación del nombre de Dios es mucho más importante que cualquier otra cuestión. Todos los propósitos de Dios están enlazados con su nombre. Los problemas de la humanidad empezaron cuando Satanás originalmente profanó el nombre de Jehová al llamarlo, por decirlo así, mentiroso e indigno de gobernar a la raza humana (Génesis 3:1-6; Juan 8:44). Solo cuando el nombre de Dios sea debidamente vindicado disfrutará la humanidad de liberación completa de los efectos desastrosos de la mentira de Satanás. Por eso los cristianos oran tan fervorosamente por la santificación del nombre de Dios. Pero hay cosas que ellos pueden hacer, también, para santificarlo.

¿Cómo podemos santificar el nombre de Dios?

Una manera de hacer eso es hablar a otras personas acerca de Jehová y señalar a su Reino mediante Cristo Jesús como la única esperanza de la humanidad (Revelación 12:10). Muchas personas están haciendo esto, en un cumplimiento moderno de estas palabras de la profecía de Isaías: “En aquel día ustedes ciertamente dirán: ‘¡Den gracias a Jehová! Invoquen su nombre. Den a conocer entre los pueblos sus tratos. Hagan mención de que su nombre está puesto en alto. Celebren a Jehová con melodía, porque ha obrado de manera sobresaliente. Esto se da a conocer en toda la tierra’”. (Isaías 12:4, 5.)

Otra manera es la de obedecer las leyes y mandatos de Dios. Jehová dijo a la nación de Israel: “Tienen que guardar mis mandamientos y ponerlos por obra. Yo soy Jehová. Y no deben profanar mi santo nombre, y tengo que ser santificado en medio de los hijos de Israel. Yo soy Jehová que está santificándolos”. (Levítico 22:31, 32.)

¿Cómo santificaba el nombre de Jehová el que los israelitas guardaran la Ley de Jehová? La Ley fue dada a los israelitas sobre la base de Su nombre (Éxodo 20:2-17). Por eso, cuando ellos guardaban la Ley, estaban mostrando debido honor y estima por ese nombre. Además, el nombre de Jehová estaba sobre los israelitas como nación (Deuteronomio 28:10; 2 Crónicas 7:14). Cuando ellos actuaban u obraban apropiadamente, esto redundaba en alabanza a Él, tal como el hijo que hace lo correcto trae honra a su padre.

Por otra parte, cuando los israelitas no observaban la Ley de Dios profanaban su nombre. Así, pecados como el ofrecer sacrificios a ídolos, jurar en apoyo de una mentira, oprimir a los pobres y cometer fornicación se describen en la Biblia como ‘profanar el nombre de Dios’. (Levítico 18:21; 19:12; Jeremías 34:16; Ezequiel 43:7.)

De manera similar, los cristianos han recibido mandatos en el nombre de Dios (Juan 8:28). Y ellos, también, están asociados con ‘un pueblo para el nombre de Jehovᒠ(Hechos 15:14). Por tanto, el cristiano que sinceramente ora: “Santificado sea tu nombre” santificará ese nombre en su propia vida mediante obedecer todos los mandatos de Dios (1 Juan 5:3). Esto incluiría también obedecer los mandatos dados por el Hijo de Dios, Jesús, quien siempre glorificó a su Padre. (Juan 13:31, 34; Mateo 24:14; 28:19, 20.)

La noche antes de su ejecución, Jesús dio realce a la importancia del nombre de Dios para los cristianos. Después de decir a su Padre: “Yo les he dado a conocer tu nombre y lo daré a conocer”, pasa a explicar: “para que el amor con que me amaste esté en ellos y yo en unión con ellos” (Juan 17:26). El que los discípulos aprendieran el nombre de Dios implicaba que personalmente llegaran a conocer el amor de Dios. Jesús había hecho posible que ellos llegaran a familiarizarse con Dios como el Padre amoroso de ellos. (Juan 17:3.)

El efecto de esto en usted

En el primer siglo, en una reunión celebrada en Jerusalén por los apóstoles y ancianos cristianos, el discípulo Santiago dijo: “Simeón ha contado cabalmente cómo Dios por primera vez dirigió su atención a las naciones para tomar de entre ellas un pueblo para su nombre”. ¿Pudiera usted identificarse con aquellos a quienes Dios saca para que sean un “pueblo para su nombre” si usted no usa ni lleva ese nombre? (Hechos 15:14.)

Aunque muchos vacilan en cuanto a usar el nombre Jehová, y muchos traductores de la Biblia lo dejan fuera de sus traducciones, por todo el mundo millones de personas han aceptado gustosamente el privilegio de llevar el nombre de Dios, de usarlo no solo en la adoración, sino en el habla cotidiana, y de declararlo a otros. Si alguien le hablara a usted acerca del Dios de la Biblia y usara el nombre Jehová, ¿con qué grupo religioso asociaría usted a esa persona? Hay un solo grupo en el mundo que usa el nombre de Dios con regularidad en su adoración, tal como lo hacían los adoradores de Dios de tiempos antiguos. Son los testigos de Jehová.

El nombre testigos de Jehová, que tiene base bíblica, identifica a estos cristianos como un ‘pueblo para el nombre de Dios’. Ellos se enorgullecen de llevar ese nombre, porque es uno que Jehová Dios mismo dio a los adoradores verdaderos. En Isaías 43:10 leemos: “‘Ustedes son mis testigos,’ es la expresión de Jehová, ‘aun mi siervo a quien he escogido’”. ¿De quiénes hablaba Dios aquí? Considere algunos versículos precedentes.

En los versículos 5 a 7 del mismo capítulo, Isaías dice: “No tengas miedo porque yo estoy contigo. Desde el naciente traeré tu descendencia, y desde el poniente te juntaré. Diré al norte: ‘¡Entrega acá!’ y al sur: ‘No retengas. Trae a mis hijos desde lejos, y a mis hijas desde la extremidad de la tierra, a todo el que es llamado por mi nombre y a quien he creado para mi propia gloria, a quien he formado, sí, a quien he hecho’”. En nuestro día, esos versículos se refieren al propio pueblo de Dios que él ha recogido de todas las naciones para que lo alaben y sean sus testigos. Así, el nombre de Dios no solo lo identifica a él, sino que también ayuda a identificar a Sus verdaderos siervos en la Tierra hoy día.

Las bendiciones que provienen de conocer el nombre de Dios

Jehová protege a los que aman su nombre. El salmista dijo: “Porque en mí ha puesto su cariño, yo también le proveeré escape. Lo protegeré porque ha llegado a conocer mi nombre” (Salmo 91:14). También los recuerda: “En aquel tiempo los que estaban en temor de Jehová hablaron unos con otros, cada uno con su compañero, y Jehová siguió prestando atención y escuchando. Y un libro de recuerdo empezó a ser escrito delante de él para los que estaban en temor de Jehová y para los que pensaban en su nombre”. (Malaquías 3:16.)

Así, los beneficios de conocer y amar el nombre de Jehová no se limitan solo a esta vida. Para la humanidad obediente Jehová ha prometido vida eterna en felicidad en una Tierra paradisíaca. David escribió por inspiración: “Los malhechores mismos serán cortados, pero los que esperan en Jehová son los que poseerán la tierra. Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz”. (Salmo 37:9, 11.)

¿Cómo será posible esto? Jesús dio la respuesta. En la misma Oración Modelo en que nos enseño a orar: “Santificado sea tu nombre”, añadió: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra” (Mateo 6:9, 10). Sí, el Reino de Dios en las manos de Jesucristo santificará el nombre de Dios y también traerá buenas condiciones a esta Tierra. Eliminará la iniquidad y quitará la guerra, el delito, el hambre, las enfermedades y la muerte. (Salmo 46:8, 9; Isaías 11:9; 25:6; 33:24; Revelación 21:3, 4.)

Usted puede disfrutar de vida eterna bajo ese Reino. ¿Cómo? Llegando a conocer a Dios. “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3). Los testigos de Jehová se deleitarán en ayudarle a adquirir ese conocimiento dador de vida. (Hechos 8:29-31.)

Esperamos que la información de este impreso lo haya convencido de que el Creador tiene un nombre personal que es muy precioso para él. Debe ser muy precioso para usted también. Nuestro deseo es que usted se dé cuenta de la importancia de conocer y usar ese nombre, especialmente al adorar.

Y que usted esté resuelto a decir como denodadamente dijo el profeta Miqueas hace muchos siglos: “Todos los pueblos, por su parte, andarán cada cual en el nombre de su dios; pero nosotros, por nuestra parte, andaremos en el nombre de Jehová nuestro Dios hasta tiempo indefinido, aun para siempre”. (Miqueas 4:5.)